El otro día se hablaba en un foro sobre los kilos ganados durante el embarazo: ¿Cuántos coger? ¿Qué es lo recomendable? ¿Debemos obsesionarnos con el tema?
He tenido la suerte de que en ninguno de mis tres embarazos el peso haya sido una obsesión para los médicos que me han visto, y, por consiguiente, no he sufrido con la báscula y el control riguroso que, justificado o no, muchas madres sí experimentan durante esos meses (os recomiendo la lectura de este artículo de Armando Bastida).
En mi primer embarazo engordé 19 kilos, en el segundo 22 y en el tercero fueron 30 kilos. Sí. Como lo leéis. Hasta ahora no he conocido a nadie que haya engordado semejante cantidad de kilos y cuando lo comento, todo el mundo se lleva las manos a la cabeza y me miran con incredulidad diciendo: “¡Pero si no lo parece!!”.
Y es que uno de los principales mitos que se escuchan en torno al exceso de peso ganado durante el embarazo es que después de parir, esos kilos nos los quedamos para siempre de regalo. Imagino que habrá de todo, pero al menos en mi caso no puedo afirmar que sea cierto.
¿Náuseas y falta de apetito?
Uno de los principales síntomas que ha marcado mis tres embarazos (a parte de las dichosas náuseas), ha sido el hambre. Es una sensación horrible y muy difícil de describir si no la has vivido.
No es el mismo tipo de hambre que notas un domingo a medio día mientras olisqueas la paella que tu madre está preparando, o el que te entra en verano tras una larga e intensa mañana de olas y playa. Este es un hambre diferente. Invade tu estómago tanto que incluso te duele, te genera un vacío, un agujero negro que es incapaz de llenarse por mucho que sigas las recomendaciones de “5 comidas al día para lograr estar saciada”.
Y luego hay quien te dice: “qué suerte que puedas comer, yo tengo tantas nauseas que no tengo ni ganas de oler la comida”. Y tú, que no puedes ni levantarte de la cama a causa de las náuseas, que vas dando arcadas hasta en la calle mientras la gente se cambia de acera a tu paso o que te has visto en la obligación de parar el coche en el arcén en más de una ocasión para poder vomitar, sonríes con la boca llena de comida y sin muchas ganas de dar explicaciones. Porque, por raro que pueda sonar, hay mujeres a las que comer les ayuda a mitigar las náuseas. Y ese fue mi caso.
Al principio procuraba tomar sólo fruta o snacks saludables, entre comidas. Vacié las existencias de un herbolario que hay cerca de mi casa y las galletas integrales, yogures desnatados ecológicos o zumos de fruta naturales se convirtieron en mi salvación. Pero llegaba la hora de comer o cenar y todos los snacks que había estado ingiriendo durante horas, no habían mermado mi apetito y el cuerpo me pedía cantidades ingentes de pasta, verduras, carne, pescado, huevos…
En resumen, llevaba al extremo el mito “comer por dos”.
Eso sí, siempre he procurado comer sano, evitando grasas saturadas, fritos, bollería industrial e incluso azúcar, a pesar de que mis niveles de glucosa estaban continuamente en el límite inferior. Pero aun con todo y con esas, mis 30 kilos no me los ha quitado nadie.
¿Actividad física para no engordar?
A medida que iban pasando los meses y los kilos se hacían más notables, mi médico me recomendaba no bajar la guardia con la actividad física. “Haciendo un poquito de deporte diario – me decía- no cogerás más peso”.
Y luego estaba también la madre que te soltaba aquello de: “¡Uy! Yo en el embarazo no cogí tanto peso porque con mi otro hijo he tenido mucha actividad”.
Y ante el comentario del médico y de la madre que te está llamando “vaga” de forma encubierta, no sabes si reír o llorar.
Porque mi nivel de actividad ha ido creciendo en cada uno de mis tres embarazos de manera proporcional al peso que he ido ganando. Eso de estar tumbada, de que me lo den todo hecho o de no mover ni un dedo no es algo que haya vivido, ni siquiera en mi primer embarazo cuando no tenía otra cosa de la que ocuparme.
Curiosamente en el embarazo de mi tercer hijo (el de los 30 kilos), mi nivel de actividad era excesivo. Tanto que continuamente la gente me recordaba que debía bajar el ritmo. A mi clase diaria de gimnasia, se unía la actividad cotidiana de compras, casa, trabajo, ir y venir del cole hasta cuatro veces al día… Por no hablar de la carga física que suponía ocuparme de mis otros dos hijos, que por aquel entonces tenían cinco años y poco más de 12 meses.
Así que ni la “poquita” actividad física diaria que me recomendaba mi médico, ni el trajín de una bi-madre embarazada, lograron evitar que engordara más de lo normal.
Un embarazo con exceso de kilos: una tortura
Desde mi experiencia, soportar un embarazo con un exceso de kilos es una auténtica tortura.
Tu estómago está saciado y logras mantener controladas las náuseas gracias a la cantidad de comida que ingieres continuamente, pero tu esqueleto, que siempre ha aguantado entre 50 y 55 kilos de peso, no está preparado para soportar una ganancia de 30 kilos en tan corto espacio de tiempo.
Y es que por mucho que la gente te diga que estás estupenda, que no se te notan los kilos que dices que has cogido, o que incluso haya quien asegure que “estás mejor así porque antes estabas demasiado delgada”, el sobrepeso te resta calidad de vida.
A la reducida capacidad pulmonar de una gestación avanzada, se unen 30 kilos de más que tu cuerpo debe aprender a manejar. Y lo peor es que no puedes bajar el ritmo porque tus otros hijos te necesitan. Al final del día, cuando por fin lograba sentarme en el sillón a descansar, notaba una presión horrible en las rodillas; como si estas no aguantaran el ritmo al que las estaba sometiendo con semejante carga de kilos encima.
¿Es fácil recuperarse tras un embarazo con sobrepeso?
Pues esta pregunta no me atrevo a responderla de forma general porque desconozco cómo les habrá ido a otras mamás en mi situación. Pero en mi caso ha sido fácil y hoy por hoy, un año y pico después de haber dado a luz a mi tercer hijo estoy bastante por debajo del peso que tenía antes de quedarme embarazada.
Por tanto, y vuelvo a insistir en que esto es sólo mi vivencia, es posible ganar muchos kilos durante el embarazo a pesar de comer sano (porque es cierto que yo he comido grandes cantidades, pero nunca alimentos poco saludables) y de tener una actividad física, en ocasiones hasta demasiado intensa para una embarazada.
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Yo creo que tanto en una cosa como en la otra, el metabolismo marca mucho. Tras el diagnóstico de la diabetes gestacional, que me limitaba a mis 5 comidas al día, con la comida pesada y al milímetro, sin saltarme la dieta… Seguí engordando al mismo ritmo.
Después de dar a luz puse mis esperanzas en la lactancia, que ayuda a recuperar el peso… ¡¡Mentira!! A mí me entraba un hambre voraz entre toma y toma. Muy parecido al que describes y que también he sentido durante el embarazo. De hecho un año después de dar a luz… Había engordado 10 kilos.
Cada mujer es un mundo y yo creo que no se puede generalizar…
Y la verdad es que yo tampoco hubiera dicho que habías cogido tanto peso. Lo tenías muy bien repartido, jejeje
Has descrito mis embarazos a la perfección….y cuando me preguntan lo de “si tenias tantas náuseas como engordaste tanto” ya me da un mal…
Y he vivido el extremo contrario, el de partir con obesidad previa al embarazo y perder kilos durante la gestación, eso sí sin náuseas, ni vómitos ni nada. simplemente e sentía muy llena con poco que comiese, poro lo que cuando volvía a casa tras el parto pesaba 11 kilos menos que antes de la fecundación. ¡Una maravilla! En este segundo embarazo, la cosa empezó de forma parecida y perdí 5 kilos sin esfuerzo durante los primeros meses, pero los he recuperado ya, junto a otros 3 kilos extra. Estoy de 30 semanas y no quiero obsesionarme, pero con las navidades por delante y yo que no soy de comer precisamente sano ¡miedo me da no correr la misma suerte que tuve con el primero!
madre mia! Mitos hay todos los que quieras escuchar, pero al fin y al cabo hay que escucharnos a nosotras mismas, verdad?