Siempre he dicho que la lactancia de mi hijo mayor fue estupenda aunque muy breve. Ni una sola grieta, dolor, ingurgitación, mal agarre… Todo parecía ir sobre ruedas pero debido a los problemas de salud que derivaron de su alergia me vi obligada a abandonar demasiado pronto.
Embarazada de Pulguita tenía, no sólo la experiencia y el conocimiento que aquel hecho me dio, sino una tribu virtual poderosa en la que confiaba para solucionar cualquier problema por lo que inicié mi lactancia tremendamente fuerte y convencida de lo que hacía.
Pero los inicios fueron malos. Malísimos. Comenzamos con dos horribles grietas en ambos pezones que se me formaron por la mala postura que tuve que adoptar en las primeras horas tras el nacimiento de mi bebé. Al haberme practicado una cesárea me resultaba imposible sentarme para dar el pecho cómodamente por lo que semi incorporada y como buenamente podía me colocaba a la niña sobre mí. Cuando una tiene poca práctica y pecho pequeño, esta postura resulta realmente incómoda y yo misma era consciente de que el daño que me hacía al mamar no podía traer nada bueno.
Las grietas aparecieron al día siguiente de dar a luz y se fueron complicando conforme pasaban las horas. Mi amiga Belén me decía por teléfono que no permitiera que nadie me tocara, pero antes de que me diera cuenta venía una enfermera, me estrujaba el pezón y salía una gota de calostro mezclada con sangre. Ni pezoneras, ni Purelán, ni mejorando la postura el dolor se mitigaba por lo que recurrí a biberones de fórmula porque la sola idea de ponerme a Pulguita en el pecho me partía en dos. Mientras, yo seguía estimulando la subida de la leche con sacaleches y dándole a mi hija con una cucharita el calostro que me sacaba. Al llegar a casa las grietas habían mejorado muchísimo y la leche ya me había subido por lo que parecía que la lactancia podía, por fin, encarrilarse.
Nada más lejos de la realidad pues a la semana, aproximadamente, comenzaron los dolores y calambres, en ambos pechos. Tenía un dolor constante en los pezones; parecía que tuviera una hoguera encendida que me abrasaba por dentro y que cualquier mínimo roce hacía que viera las estrellas. A ese dolor se unía la aparición constante de perlas de leche y unos pinchazos y calambres que me paralizaban.
A medida que los síntomas avanzaban, mi hija comenzaba a mostrar un comportamiento cada vez más extraño a la hora de mamar. Se arqueaba, lloraba e incluso parecía rechazar el pecho por lo que mi angustia iba in crescendo.
Varias semanas estuve así, con días en los que se me saltaban hasta las lágrimas del dolor y pensaba si tanto sacrificio merecía la pena. Probé parches de hidrogel, pezoneras, conchas de lactancia, calor, frío, medicación… pero nada parecía darme tregua. Cuando estaba a punto de abandonar, me hablaron de Probisearch, un laboratorio pionero en el estudio de leche materna y tratamientos específicos. Con esperanzas renovadas concerté una cita con ellos y en una mañana me explicaron detenidamente lo que los médicos a los que había visitado hasta la fecha no supieron decirme. Lo que padecía era una mastitis subaguda, un tipo específico de mastitis que como no cursa con fiebre, endurecimiento de la mama, ni enrojecimiento suele pasar desapercibida. Esta mastitis está causada por la proliferación de ciertas bacterias que obstruyen los conductos provocando no sólo dolor sino que mi leche saliera con mayor dificultad, de ahí los enfados que se cogía mi hija cuando le tocaba comer.
Para aliviar los síntomas y tratar de acabar con esta mastitis seguí las siguientes recomendaciones:
- Antibiótico
- Probióticos específicos durante meses
- Masaje de la mama antes de dar el pecho
- Aplicación de compresas calientes y frías
- Ibuprofeno para el dolor y la inflamación
- Correcto vaciado del pecho por lo que cuando la niña se quedaba dormida mamando o la toma había sido breve recurría al vaciado con sacaleches
Con estos consejos y mucha paciencia el dolor fue desapareciendo y aunque he tenido momentos en los que parecía que los calambres volvían a hacer acto de presencia, por suerte se ha tratado siempre de episodios aislados.
A partir de los dos meses y medio de mi pequeñita la lactancia comenzó, por fin, a encarrilarse y empezamos a disfrutar de ella. Hasta hoy hemos superado duras crisis de lactancia, molestias esporádicas y ciertos comportamientos rarunos que ha tenido mi hija y que he ido achacando a un leve frenillo, resfriados, la salida de los dientes o a cambios en sus necesidades nutricionales.
Hoy puedo decir que me siento tremendamente orgullosa de haber vencido todos los obstáculos que me han ido surgiendo. Es cierto que he contado, por suerte, con muchísima ayuda desinteresada de gente que se ha preocupado por nosotras, pero también es cierto (y aquí me vais a permitir que me eche algunas flores) que he tenido una fuerza de voluntad y valentía que a veces no sabía de donde sacaba.
Hay gente que dice que soy muy fuerte y que en mi lugar habrían tirado la toalla hacía tiempo. No voy a negar que he vivido malos momentos y que mi lactancia no ha sido fácil. En varias ocasiones estuve a punto de abandonar rota por el dolor físico que me provocaba dar el pecho, pero decidí seguir un consejo que me dieron y que me ha funcionado a las mil maravillas:
No ponerme metas. El tiempo que dure la lactancia es un regalo que le he hecho a mi hija así que cuando surgían los baches me decía a mí misma: “un día más. Inténtalo un día más y si no puedes siempre le quedará lo que le has dado hasta ahora” Y un día, más otro día, más otro, más otro… han ido haciendo camino.
Llevamos ya más de cinco meses de lactancia exclusiva y a pesar de todo, el balance es muy positivo. Tengo una bebé feliz, sanota y preciosa y unos momentos inolvidables que vivimos a diario.
El mes que viene tocará empezar con la alimentación complementaria pero si ella quiere espero poder seguir dándole el pecho por mucho tiempo más. Y es que la lactancia materna no es sólo protección y anticuerpos sino amor, calor y esos momentos cómplices y únicos entre madre y bebé.
Has sido y eres una crack, yo te admiro y todo lo que te quedar por darle de “tetilla” si las dos quereis ;).
besiños linda
Jajajaja! Ya has podido comprobar tú que Pulguita es guerrera y no me lo pone fácil, pero ahí seguimos 😉
La nueva imagen muy fresquita y bonita.
Sobre las lactancias, son todas tan diferentes, cada una con una historia distinta. Pero es genial que Pulguita esté con la teta, y si podéis continuar mucho tiempo, genial. Es una gozada 😉
Ojalá que sí! Gracias Marta! Me alegra que te guste la nueva imagen 🙂
Pues unos inicios semejantes tuve yo. Hasta casi los 3 meses con dolores de todo tipo pero sin ningún diagnóstico de nada. y no caí en los biberones porque soy una burra pero soñaba con ellos cada noche.
Pues yo reconozco que los biberones esporádicos me han salvado la vida. En cuanto nos dieron el alta ya había mejorado bastante de mis grietas pero aun así una de las primeras cosas que compré en la farmacia fue un bote de leche. Saber que estaba ahí por si me atascaba o volvían los dolores me tranquilizaba muchísimo. Pero ¡châpeau por tu tesón!
Pues te parecerá mentira pero me das tanta envidia… yo lo intenté, bien sabe Dios que asi fue, insistí aun cuando veía dia tras dia que pichón rechazaba el pecho tan solo acercandolo, llorando y revolviendose. Yo no tuve tu apoyo y el q hay es de pago y no me lo puedo ni permitir. Este tema me sigue produciendo mucha pena…
El apoyo hay que buscarlo, y a veces con todo el morro del mundo, como ha sido mi caso. Pregunté en Facebook, en Twitter, me dirigía por e-mail a las mamás blogueras que han tenido lactancias prolongadas y a las que son además asesoras de lactancia… al final conseguí que mucha gente se interesara por nosotras y estuvieran pendientes, y eso se agradece un montón porque gracias a sus consejos conseguí salvar obstáculos que a veces parecían insalvables. De todos modos, como te dije en tu post, no te tortures. Esto te ha servido de aprendizaje y una experiencia que nadie te podrá quitar nunca. ¡Ánimo!
Ahí está, qué bonito, el esfuerzo y la persistencia han dado como resultado que al final estés disfrutando de la lactancia materna al final. A mí me pasó al revés, con el primero fue complicado al principio y pasé apuros pero mi persistencia venció y al final le di pecho como quería a mi tesoro. Con el peque todo fue muy fácil y la lactancia desde el principio vino rodada. Me alegro mucho de verdad! Disfrútalo guapa!
Qué suerte tienes de que con el peque no hayas tenido ningún problema. Como bien sabes por tu mayor, cuando surgen complicaciones a veces se hace demasiado cuesta arriba. ¡Pero por suerte tenemos mucha batería para tirar hacia adelante!
Por cierto mola el cambio de look!!!!!
Gracias! Me alegra que te guste!