Seguridad y ayuda sin sobreprotección

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Imagen extraída de la web Morguefile.com

El otro día una mamá me preguntó opinión sobre los parques de juegos o corralitos para dejar a los bebés. Me decía que su niño de 8 meses estaba comenzando a gatear y quería acotarle el espacio para que no tocara nada ni pudiera lastimarse. Mi opinión fue clara: “No estoy a favor de los corralitos. Creo que se debería adecuar la casa al bebé para que no haya peligros. Cuando un bebé comienza a explorar el mundo restringirle esas ganas es como poner diques al mar”.

Tengo un parque de juegos. Uno enorme que compré cuando nació mi Mayor y que jamás usé. Si acaso algún día esporádico en donde le dejaba unos minutos para darme una ducha sin preocupaciones pero fuera de eso no ha sido un artilugio que hayamos empleado. Mi Mayor siempre fue un bebé tranquilo pero no como para quedarse encerrado en un corralito rodeado de juguetes. Él quería explorar, gatear, ponerse de pie, ir de un lado a otro… Con Pulguita intenté volver a usarlo porque, egoístamente, el parque de juegos aporta tranquilidad y posibilidad de hacer ciertas tareas cotidianas sin miedo a que a tu bebé pueda ocurrirle algo por no estar con cien ojos sobre él. Pero fue imposible. Era meterla ahí y ponerse a llorar desconsoladamente o querer salir trepando por la red. Así que al final, el parque quedó convertido en un enorme cesto donde guardar juguetes.

Dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá todos los días (proverbio chino)

Me gusta aplicar este proverbio chino en este caso concreto del que hablo porque la experiencia me ha demostrado que lejos de encerrar o acotar espacios a los niños para evitarles peligros, lo mejor es enfrentarles a esos peligros habiéndoles preparado previamente. Me explico.

Vivo en una casa de varias plantas y una de las primeras cosas que instalé fueron puertas de seguridad para las escaleras. Obviamente, vigilo que las puertas estén siempre cerradas pero, paralelamente, decidí enseñar a mi hija a subir y bajar escaleras por si en algún momento de descuido alguna puerta se quedaba abierta. Así que mi niña lleva subiendo y bajando escaleras desde que tenía 9 meses. Primero a gatas y desde hace dos o tres meses lo hace de pie, alternando perfectamente los pies y agarrándose a la barandilla. Ella sola y sin ningún tipo de ayuda. Verla subir y bajar con soltura me aporta mucha tranquilidad y aunque continuaré con las medidas de seguridad, sé que ante un descuido  es más que probable que la niña no se caiga ni se accidente.

Esta misma tónica he seguido para enseñarle a bajar de la cama, los sillones o los sitios altos. Es imposible impedir que lo haga -y de hecho es algo que lleva haciendo desde que tenía un año porque es de naturaleza inquiera- pero sí es posible indicarle cómo debe bajar para no hacerse daño. Así que ya no me preocupa lo más mínimo que se suba a mesas y sillones porque igual que sube con agilidad y soltura, baja de ellos gracias a las enseñanzas que su padre y yo le hemos dado.

Las mismas medidas aplicamos con mi Mayor y con la edad de su hermana era un niño resuelto y capaz de hacer casi cualquier cosa sin ayuda; incluido el subir y bajar de los toboganes y columpios (Sí. Confieso que no sé lo que es una tarde agotadora de parque, corriendo detrás del niño y subiéndole y bajándole continuamente de los cachivaches)

Por eso, desde mi experiencia personal, animo a no restringir, no acotar y no prohibir a los bebés, sino ayudarles lo justo y necesario y enseñarles cuanto antes a enfrentarse a las cosas para que puedan hacerlas sin peligro si se presenta la ocasión.

Si continuamente ayudamos a un bebé a hacer todo, lo único que conseguiremos es acabar agotados y no darle seguridad ni fomentar su independencia. Y si acotamos y prohibimos que haga ciertas cosas por considerarlas “peligrosas”, más nos vale no tener nunca ni un mínimo descuido que podamos lamentar.

Por ello pienso que, dentro de unos límites, con cien mil ojos encima y con las medidas de seguridad pertinentes debemos dejarles “volar solos” cuanto antes. Por ellos y por nosotros.

2 comentarios en «Seguridad y ayuda sin sobreprotección»

  1. Estoy muy de acuerdo. Además de que con la primera era complicado porque tampoco le gustaba.

    Con el segundo dice mi madre que lo vaya poniendo ya para que se acostumbre. Pero paso, peque pienso lo mismo que tú.

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    • Es que es un invento que está estupendamente pensado y diseñado para hacer la vida de los padres más sencilla. Yo de verdad te digo que ojalá mis hijos lo hubieran disfrutado porque da mucha tranquilidad a la hora de darte una ducha, hablar por teléfono o atender al cartero que viene a dejar un paquete. Pero a muchos niños no les gusta y meterles en contra de su voluntad por beneficio nuestro no lo termino de ver…
      Yo no obstante lo volveré a intentar con el tercero aunque sé que acabará convirtiéndose en un cesto donde guardar los juguetes, jejeje

      Responder

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