Postparto en clave de humor: ¿por qué no se cuentan las cosas tal y como son?

¡Ay, el postparto! ¡Qué poco se habla de él y qué idealizado se tiene! ¿No os parece?

El postparto es una etapa… curiosa, por definirlo de algún modo. Por un lado, te sientes feliz y empoderada cuando miras a tu bebé y piensas en lo que has sido capaz de hacer gestándole trayéndole al mundo. Pero por otro, es un periodo de transición, en donde has dejado de ser la mujer que eras antes, pero tampoco sabes muy bien quien eres ahora. Está claro que la revolución hormonal y la falta de sueño no lo ponen nada claro.

Hoy me gustaría hablaros del postparto real, pero en clave de humor. Porque aunque creas que estás en un túnel largo y a ratos muy oscuro, con risas y sentido del humor se llevará mucho mejor.

Postparto real: ¿y esa de ahí quién es?posparto real

Cuando ya tienes a tu bebé contigo y pasa el tiempo prudencial que toda madre necesita para adaptarse a su nueva vida y a su día a día, es cuando comienzas a tomar conciencia de quien eres ahora y en lo que te has convertido. Poco o nada queda ya de la mujer que eras antes y aunque estás más que feliz con tu papel de madre, no puedes evitar añorar ciertas facetas que parecen haberse esfumado.

¿Dónde está la mujer sofisticada, siempre bien vestida y conjuntada hasta el último detalle? ¿Qué ha sido de la trabajadora incansable que sacaba tiempo a la salida de la oficina para pasarse por el gimnasio y mantenerse en forma? ¿Dónde se ha metido esa mujer a la que le gustaba mantener impoluto su hogar y cuidar al máximo su alimentación? ¿Y qué me decís de la  mujer descansada, que se levantaba con plena energía por la mañana tras haber dormido 8 horas del tirón?. 

De la noche a la mañana te da la sensación de que esa mujer ha desaparecido de tu vida y la que pasa a ocupar su lugar dista mucho de parecerse a la de antes.

Para empezar, nadie te advierte de la tripa de cinco meses que se te queda una vez has dado a luz.

Quizá es que venían dos y sólo me han sacado uno – piensas irónicamente mientras te miras en el espejo una y otra vez desde todas las perspectivas posibles.  Esa tripilla cervecera, fofa y tan poco estética permanecerá ahí durante muchos, muchos meses. Siempre está el típico comentario de ese familiar o de esa gran “amiga” que te dicen aquello de: “Uy, pues a los quince días de dar a luz ya me ponía mi ropa de antes” .

No os preocupéis. Eso sólo ocurre en un porcentaje mínimo de mujeres con una genética afortunada. Tiene lógica pensar que si el útero tarda 9 meses en alcanzar su tamaño máximo, necesitará otros 9 para involucionar hasta volver a tener su tamaño original. Doce meses tardé yo en volver a entrar en mis vaqueros de siempre, así que, ¡PACIENCIA!.

Y ahora, ¿cómo me visto?

Puede que al principio desees vestir con ropa holgada para disimular tu tripa. O puede que, más que desearlo, no te quede más remedio que vestir con 1 o 2 tallas más que la que tenías antes. Quizá incluso continúes usando ropa pre-mamá varias semanas después de haber dado a luz. Atrás quedaron los vestiditos ceñidos o los trajes de pantalón y chaqueta impecables. Durante una temporada es probable que permanezcan en el fondo de tu armario.

Y si optas por lactancia materna olvídate de complementos como fulares, collares o pashminas (¡qué tanto me gustan!), así cómo de vestimenta poco práctica difícil de retirar para dar el pecho a tu bebé en cualquier sitio de forma rápida y discreta.

Ropa premamá

 

 

¿Y qué me decís del bolso? Ya no sólo no tienes tiempo para conjuntarlo con los zapatos o con el estilo de ropa que lleves ese día, sino que al final optas por meter tu monedero en el bolso del bebé; es mucho más práctico y así no llevarás más bultos de los necesarios.

Arrinconado queda el spray de bolsillo con tu perfume favorito y el neceser con el maquillaje y el espejito para retocarte cuando estás fuera de casa. ¿Quién necesita todo eso ahora? Su lugar pasa a ser ocupado por pañales, toallitas, crema para el culito, biberones, chupetes, baberos, sonajeros, potito de emergencia…

El sueño está sobrevalorado

Durante el postparto, seguro que todas las madres hemos escuchado eso de aprovechar para dormir cuando el bebé duerme. Sabio consejo pero ¡qué complicado resulta ponerlo en práctica!. 

“Vaya, parece que el niño se ha dormido. Tengo tanto sueño que me quedaría dormida de pie. Tengo tres hojitas  aproximadamente hasta la próxima toma” – piensas emocionada mientras te acurrucas en el sillón.

RING, RING, RING… ¡Maldición, olvidé desconectar el teléfono!. Es la suegra (o cuando no la prima, el hermano, la mejor amiga… ¡Siempre hay alguien!) que te llama para ver que tal está el niño y para decirte que por la tarde se pasará por tu casa para verle porque hace mucho tiempo que no le ve (concretamente medio día…).

La casa… ese lugar inhóspito

postparto real

Así que aprovechas para dormir ahora, porque la tarde parece ser que la tendrás ocupada. Pero cuando estás a punto de caer en brazos de Morfeo comienzas a darte cuenta de la cantidad de polvo que tiene la mesa del comedor. Y después de la mesa te fijas en la estantería, y en los pelusones que campan a sus anchas por el suelo del salón como si estuvieras en el mismísimo oeste. 
 
Además, los cacharros sucios se amontonan en el fregadero (y, al menos yo, no soporto dejarlos ahí hasta que mi marido llegue de trabajar y ponga un poco de orden a la cocina), y la ropa que está tendida lleva ya seca desde hace cinco días, así que cuando la recojas en vez de ropa será mojama.
 
Te pones tan nerviosa pensando en el desorden que reina en tu casa, que a pesar de estar cansadísima no logras dormirte. Y a todo esto, el reloj sigue avanzando y tu bebé empieza a dar muestras de querer despertarse de un momento a otro así que optas por aprovechar el poco tiempo que te deje tu peque antes de despertar, para poner el lavavajillas y poner un poco de orden a la casa.

 

Las visitas deberían estar prohibidas en el postparto

Cuando por la tarde llega la visita a ver al niño te pide que por favor le des un poquito de agua porque viene sedienta. 

Decides ser una buena anfitriona y en vez de agua piensas en ofrecerle un refresco y un bol con patatas fritas. Pero cuando abres la despensa una única lata de cerveza arrinconada en el fondo del armario parece saludarte. Abres los armarios de la cocina como una loca en busca de víveres para sacar como aperitivo, y entonces caes en la cuenta de que la última compra grande que hiciste fue antes de dar a luz. Así que acabas llevando el vaso de agua del grifo que te ha pedido y te excusas por no poder ofrecerle nada más. Pero la visita está tan absorta con el niño que ni siquiera te escucha. 

Sin embargo, no ocurre lo mismo con algún que otro amigo (soltero y sin hijos, todo hay que decirlo) que, con la excusa de conocer al recién nacido, se aposenta en el sofá de tu casa, cerveza en mano, mientras te cuenta sus últimas conquistas amorosas y no parece importarle que sea la hora de la teta/biberón o del baño.  Él espera paciente a que termines con el niño y luego se le ocurre decir algo así como: “¿Pedimos unas pizzas?”. 

Entonces es cuando tú, con tus ojeras de tres días, te desmoronas como un castillo de arena y haces una señal desesperada a tu marido para que eche “amistosamente” al amigo pesado porque ya no puedes ni con tu alma. ¡¡Y encima luego te sientes fatal por haberte comportado así!!  

Y por fin… ¡te vas a dormir!

Después de cenar no tienes ni fuerzas para ponerte el pijama. Estás tan agotada que serías capaz de meterte en la cama con el vaquero y la camiseta manchada con regurgitaciones del bebé.

Y las tres horas que el niño te deja dormir hasta la siguiente toma, te saben a gloria.   Poco a poco esas tres horas se convertirán en cuatro, y en cinco… Y cuando te quieras dar cuenta estarás durmiendo seis horas del tirón. ¡Y entonces empezarás a ver el mundo de otra forma!

Todo esto, y mucho más, es el postparto real. Ese que a veces narramos en clave de humor para sobrellevarlo mejor. En cualquier caso (y ahora me permito la licencia de ponerme seria) si en algún momento la situación llega a desbordarte, pide ayuda, di ‘no’ a las visitas y busca un hombro sobre el que ‘llorar’ todas esas dudas, incertidumbres y miedos que probablemente afloren tras convertirte en madre.

Foto de Valeria Ushakova en Pexels, de Andrea Piacquadio en Pexels, de Daria Shevtsova en Pexels

3 comentarios en «Postparto en clave de humor: ¿por qué no se cuentan las cosas tal y como son?»

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