Por qué elijo la Disciplina Positiva para educar a mis hijos

disciplina positiva

La Disciplina Positiva me ha abierto un camino, hasta entonces desconocido, en la educación de mis hijos. Comencé a leer sobre ello hace aproximadamente tres años, y mi trabajo en “Bebés y Más” me ha permitido conocer a educadoras y madres relacionadas con este sector que me han enseñado mucho. Pero no fue hasta que hice mi primer taller con Elisa Molina cuando descubrí todo lo que la Disciplina Positiva podía ofrecer a mi familia, y en un par de meses decidí dar el salto a la certificación.

Ahora soy educadora y facilitadora de Disciplina Positiva para familias, y aunque todavía tengo mucho que aprender, leer y poner en práctica, estoy deseando que llegue el momento de poder trabajar con los padres, y acercar esta filosofía de educación respetuosa al mayor número posible de gente.

¿Cómo descubrí la Disciplina Positiva?

Cuando me convertí en madre por primera vez tenía claro cómo NO quería educar a mi hijo, pero no sabía poner en práctica lo que deseaba. Me explico: no quería educar en el autoritarismo, en el “porque yo lo digo o porque sí”, en los gritos, los castigos, los chantajes emocionales, las amenazas… y por supuesto, los azotes.

Deseaba que entre mi hijo y nosotros existiera plena confianza y naturalidad desde el minuto uno. Poder hablar de todo sin tabúes ni tapujos, estar ahí siempre que lo necesitara y acompañarle física y emocionalmente en todas las etapas de su infancia.

Deseaba, además, fomentar su libertad, su espíritu crítico y su capacidad de elección, dándole las herramientas necesarias para que supiera actuar o decidir sin nuestra ayuda o supervisión. En definitiva, quería educarle para hacer de él una persona íntegra, autónoma, respetuosa e independiente.

La teoría estaba clara, pero ¿cómo proceder sin caer en el error de otorgarle una libertad sin límites? ¿Cómo ser firme sin dejar de lado el respeto y la amabilidad? Aunque al principio las cosas fueron relativamente sencillas, a medida que la familia fue creciendo sentía que todo se complicaba por momentos.

Cuando el estrés hace mella en tu día a día…

El ritmo de vida que hasta entonces llevábamos se volvió más complejo y las prisas del día a día, y el querer llegar a todo acabaron derivando en una espiral de ansiedad por mi parte, imposiciones, órdenes, e incluso en ocasiones, también de gritos. Hubo un momento en que incluso caí en el error de creer que los castigos y las recompensas eran el método idóneo para solucionar los pequeños problemas de convivencia que a veces surgían en el seno familiar.

Disciplina Positiva

Pero cada noche me iba a la cama con la frustrante sensación de no haber estado a la altura como madre. Sentía que mis hijos no se merecían el grito que les había dado para que recogieran los juguetes, el haber “tirado” de ellos con prisas para llegar a los sitios, o el hecho de haber perdido los nervios en un momento dado.

Y entonces me preguntaba: ¿en qué momento y por qué he cambiado la forma de criar y educar? Y la respuesta la hallaba en mí.

Me di cuenta de que cuando actuaba con el cerebro primitivo (con gritos, órdenes, castigos, prisas, estrés, ansiedad, cansancio, sin tenerme en cuenta…) todo se complicaba. Yo dejaba de “conectar” con mis hijos y a modo defensivo ellos actuaban de la misma forma. Al final, entrábamos en una lucha de poder que no llegaba a nada, y que acababa en una clara sensación de incomodidad.

Fue en ese momento cuando entré en contacto por primera vez con la Disciplina Positiva, y tal y como comentaba al inicio, me empecé a empapar de lecturas y charlas con educadoras en esta metodología educativa. Y todo comenzó a cambiar.

¿Qué me ha aportado la Disciplina Positiva?

Educar en disciplina positiva

Mi camino en el mundo de la Disciplina Positiva comenzó hace tres años, aproximadamente. Si bien no ha sido hasta mi reciente certificación cuando he conocido realmente la embergadura del cambio que ha supuesto en mi vida.

Educar con Disciplina Positiva es hacerlo desde el respeto mutuo (del adulto hacia al niño y desde el niño hacia el adulto), utilizando la amabilidad y la firmeza a partes iguales. El niño debe sentir que “pertenece”, y para ello es impresicindible “conectar” con él y sus necesidades, fomentar su independencia y autonomía, y otorgarle su parcela de responsabilidad.

Lo que más me gusta de esta filosofía es el “enfoque en soluciones”. Es decir, cuando existe un problema el niño debe ser quien se involucre en buscar una solución respetuosa para todos. Para ello, le otorgaremos las herramientas necesarias, -comenzando con el acompañamiento emocional-, y le haremos ver la maravillosa oportunidad que tiene de aprender de sus errores.

Cuando me he bajado del púlpito adulto y he aprendido a mirar a mis hijos desde otra perspectiva (es decir, a “conectar”), es cuando he entendido realmente por qué actúan como lo hacen, y a partir de ahí todo se ha vuelto más sencillo. Entender sus necesidades, empatizar e involucrarles en la búsqueda de soluciones ha mejorado notablemente la convivencia.

Poco a poco iré tratando este tema desde distintos ámbitos, ejemplificando y profundizando en los aspectos cotidianos que se viven en cualquier familia. Espero y deseo que estos artículos te resulten interesantes, pues cada vez estoy más convencida de que la Disciplina Positiva es la mejor forma de educar a los niños y, en general, de tratar a las personas.

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