Nunca me han gustado las mujeres embarazadas que se quejan por todo. Cuando estaba buscando el embarazo y escuchaba a alguna futura mamá quejarse de sus náuseas o su insomnio me ponía enferma. Pensaba en lo mal repartido que estaba el mundo: unas quejándose en vez de disfrutar del tesoro que llevaban dentro y otras ansiando padecer “tales sufrimientos”.
Cuando me quedé embarazada de Pulguita, a pesar de ser un embarazo de riesgo, a pesar de los controles médicos y los pinchazos procuré no quejarme porque consideraba que no tenía derecho a hacerlo. La vida me había mandado un regalo y lo que menos debía hacer era inundarlo de quejas y negatividad.
El primer trimestre fue horrible; desesperante en algunas ocasiones.
- Me coincidió con el final de curso del peque y el ajetreo que ello supuso (últimas reuniones con su tutora, fiesta de fin de curso, campamentos de verano…)
- Mi familia se marchó de vacaciones y me quedé completamente sola en Madrid, con un niño de 4 años al que la casa se le caía encima y un marido sin jornada laboral de verano que hacía su aparición a las tantas de la tarde-noche
- Unas náuseas espantosas que se acrecentaban con el bochornoso calor de la ciudad
- Un cansancio extremo que no me daba tregua y una tensión psicológica que parecía ir in crecendo.
En definitiva, no sé como logré sobrevivir esos tres primeros meses de embarazo sin enloquecer. A pesar de todo me levantaba por la mañana y aunque tuviera unas ganas de llorar espantosas por el día que me esperaba, lo que hacia era tratar de sonreír, tocarme la tripa y pensar que si estaba “padeciendo” tales situaciones era por algo bueno.
Después llegó el segundo trimestre en donde las náuseas no sólo no remitieron sino que se acrecentaron con otros problemas físicos como acidez, ciática, contracciones (que me obligaron a hacer reposo durante algunas semanas) y pinchazos abdominales constantes. Mi hijo empezó el colegio; volvimos a los horarios estrictos, las actividades, los parques, los cumpleaños de sus compañeros de clase, los virus otoñales… y la tripa iba en aumento y a veces sentía que no llegaba a todo.
Me agobiaba cuando escuchaba a alguien decirme que disfrutara porque estaba en el mejor trimestre del embarazo ya que había días en los que me sentía a morir y pensaba en cómo lograría sobrevivir a los largos tres meses que me quedaban por delante.
Ahora, recién estrenado el tercer trimestre todos a mi alrededor me dicen: “¡Ya está hecho!. ¡No te queda nada!”, pero yo siento que me queda una eternidad. El aire empieza a faltarme, las contracciones comienzan a ser cada vez más molestas y la tripa me pesa hasta el punto de sentir que no forma parte de mí sino que va por libre (ella delante y yo detrás)… Así que mi filosofía de “no quejarme”, estar profundamente agradecida por esta nueva oportunidad que se me ha brindado y tratar de disfrutar al máximo de mi embarazo siento que se está derrumbando conforme cumplo semanas.
A veces me aburro de escucharme a mí misma protestar por todo o de soltar una retahíla de cosas negativas cuando alguien de confianza me pregunta cómo lo llevo. Pero no puedo evitarlo. Siento que este embarazo me está costando un mundo en comparación con el de mi hijo en donde, a pesar de mis miedos de primeriza y de mis muchos problemas, fue muchísimo más llevadero y emocionante.
Hay quien me dice que los segundos – ¡y ya no hablemos de los terceros!- embarazos son siempre más duros de llevar que los primeros, porque debemos lidiar con dos factores adicionales que no teníamos tiempo atrás:
- Por un lado está la edad: soy casi cinco años mayor que cuando me quedé embarazada de mi hijo, y aunque soy joven sin duda es una diferencia de edad que se nota.
- Y, por otro lado, está el hecho de que no estoy sola sino que debo ocuparme al 100% de mi niño que aunque es muy independiente no deja de ser un pequeñín de 4 años. No puedo disfrutar de mi tiempo, de mi tripa o de mi espacio. Ahora mi prioridad es mi hijo y eso resulta agotador.
Así que en este momento de mi vida me arrepiento de haber aborrecido en alguna ocasión a las embarazadas quejicosas porque a veces siento que estoy metida en la misma rueda. Tengo la esperanza de que este nuevo trimestre no empeore la situación sino que, por lo contrario, la mejore considerablemente. Pero cuando pienso en la cantidad de cosas que aún que me quedan por hacer y preparar, el poco tiempo que parece quedar ya y lo agotador que siempre me han resultado las fiestas navideñas (compra de regalos en tiendas a rebosar, cumplir con las tradicionales cenas entre amigos, planes familiares…) mucho me temo que “lo peor” está por llegar…
Te entiendo Silvia, yo el segundo embarazo también lo pasé mucho peor que el primero y eso que el mío no era de riesgo, así que tu debes tener un plus más de dolor y molestias.
También me sentía mal de pasarme el día quejándome: que si dolor en la ingle izquierda, que si no poderme mover, notar que la barriga me pesaba mucho más, hacerme cargo de un niño de dos años… en fin, que acabé agotada! Pero se pasa… Tu quéjate, solo faltaría que no pudieras desahogarte de como te sientes!
Ah, a mi la comadrona me dijo que además el segundo embarazo es más doloroso (en cuanto a peso de barriga, dolor de ingles, etc) porque los músculos, al haber pasado un primer embarazo, estan más laxos y hace que tengan que hacer un “esfuerzo” más para aguantar todo el peso. Y por eso duele más.
Un besito y ánimos por la época de Navidad que se viene encima!
Yo te entiendo perfectamente. Sólo decirte que cuando nazca tu bebé descubres que lo sabes todo, que sabes cuidar un bebé, bañarle, curar el ombligo…. Yo empecé a disfrutar desde el momento que tuve a María en brazos, a Pablo con tres años y supe que podría con todo!!
Supongo que es normal, si te sientes mal, que muchas veces puede pasar, te quejas, el problema sería si te quejases por todo. También es normal que cuando ansias algo te parezca que los demás no tienen derecho a quejarse por algo que tú también buscas. Yo siempre animo a la gente a ser empática e intente ponerse en su lugar, quien sabe si mañana no estaremos en su caso.
besos
Creo que tienes derecho a sentirte como te sientas, sea lo que sea. Las emociones y sensaciones son, sin más y no son malas ni buenas. NUNCA te sientas culpable por sentirte de una manera u otra.
Y además, no es para nada raro ni incompatible sentirte feliz y a la vez superada, harta , cansada etc… La vida no es blanca o negra sino de un millón de colores y matices.
Lo mejor que puedes hacer es sacarlo fuera, vivirlas emociones( todas) y seguir, sin engancharte a ninguna.
La valentía de compartirlo no sólo te libera a ti, sino que da espacio a mucha gente que se sienta igual y no se atreva, así que … Ánimo, gracias y si necesitas desahogarte ya sabes
Besos
Pues la verdad es que después del comentario tan acertado y reconfortante de Elena, poco puedo añadir. Sólo mandarte un abrazo muy grande y desearte que tu peque te dé todas las fuerzas que tanto mereces y necesitas.
Un beso.
Animo guapa! Seguro que cuando nazca te redescubres de nuevo como la mujer fuerte que eres y empiezas a disfrutar de tu maternidad con los 2
Chiquilla, y cómo no te vas a quejar, si es que has tenido y tienes tantas molestias.
Tendrás que desahogarte al menos, ¿no?.
Una cosa es la gente que se quejar po alguna cosita de nada, pero cuando son náuseas, ardores, dolores… no son tontadas.
Yo tengo suerte y no estoy teniendo molestias del embarazo y me pasa un poco como a tí antes, que no me siento con derecho a quejarme por nada, (estuve rabiando de una muela y tuve un virus estomacal bestial donde sí que vomité y no me atrevía a decir ni un ay).
Así que… permítete a tí misma expresar lo que sientes, porque si lo piensas, no es que te quejes, sino que describes lo que te sucede, es distinto.
Ánimo porque queda poco y si puedes… adelanta las compras navideñas, porque dolor, malestar y super tripa no van bien con tiendas abarrotadas.
Un abrazo y ánimo, cada día un pasito menos por dar en este duro camino.
Jajaja! Qué razón tienes con el adelanto de las compras navideñas y la mala combinación con la súper tripa. Me tengo que poner cuanto antes a ello, sí.
Mucho ánimo para tí también y si hay que quejarse, ya sabes: ¡nos quejamos!
Besitos!