La lactancia materna tiene incontables beneficios para madre y bebé, así que desde el momento en que me quedé embarazada supe que quería dar el pecho a mi hijo. Por eso me preparé durante el embarazo, leyendo todo lo que caía en mis manos sobre lactancia, con el fin de saber solventar los problemas que pudieran surgir.
Pero en ningún libro o artículo leí nada acerca de la alergia a las proteínas de leche de vaca en bebés amamantados; situación que se nos presentó y que no supe cómo lidiar.
Así que de pronto me vi desbordada por la situación y tras mucho sufrimiento, decidí tirar la toalla.
Aprendiendo de los errores
Uno de los principales errores que cometí cuando nació mi hijo, fue el de no ponérmelo al pecho de manera inmediata.
Había tenido un parto por cesárea, y a las dos horas que tuve que permanecer en reanimación
separada de mi bebé, se sumaron otras dos o tres horas más de visitas para conocer al recién nacido. Así que cuando por fin me vi a solas con mi hijo,
él ya estaba sumido en un letargo tan profundo que fue difícil que se agarrara al pecho y estimulara la subida de la leche. El temor de que no comiera y pudiera
sufrir una hipoglucemia neonatal , me hizo caer en un segundo error: desconfiar de mí misma y de mi capacidad para alimentar a mi bebé, y pedir en el hospital un biberón de fórmula.
Las enfermeras, lejos de interesarse en las causas que me llevaban a solicitar un biberón o ayudarme para que ese primer enganche al pecho fuera efectivo, me trajeron el biberón sin ninguna objeción. Y después del primero, llegó el segundo, y el tercero, y el cuarto… Y así fue como dejé de estimular la subida de la leche.
Alergia a las proteínas de leche de vaca en bebé amamantado
Cinco días después de nacer mi bebé tuve la subida de la leche, por lo que abandoné los biberones y me centré en darle el pecho a mi hijo. A pesar de haber usado biberones durante sus primeros días, mi bebé se agarró a la teta sin ninguna dificultad, pero comenzaron los primeros problemas.
Mi bebé no cogía peso y continuamente vomitaba lo que ingería. A las tres semanas, su peso era setecientos gramos inferior al que tenía cuando nació por lo que comenzaron a hacerle pruebas para detectar la causa.
Entonces le detectaron una
alergia a las proteínas de la leche de vaca, y tiempo después supe que muy probablemente había sido ocasionada por los
primeros biberones de fórmula que tomó en el hospital. En aquel momento,
si quería continuar dando de mamar a mi hijo debía seguir una estricta dieta exenta de lácteos, para no pasarle a través de mi leche las proteínas de leche de vaca que yo ingiriera.
Y así fue como, de la noche a la mañana, debí retirarme un sinfín de alimentos habituales en mi día a día, como yogures, queso, leche, fiambres, mantequilla, salsas, galletas… Pensé que por mi bebé podría hacer ese esfuerzo, pero lo cierto era que me encontraba completamente sola en un escenario desconocido.
Nunca había leído nada acerca de la APLV en bebés amamantados, y en el grupo de lactancia al que iba, tampoco me ofrecían mucha ayuda. Leer con lupa el etiquetado de productos cada vez que hacía la compra me generaba una gran ansiedad, pues una transgresión en mi dieta suponía un paso atrás en la salud de mi bebé. A todo esto, mi pequeño evolucionaba muy lentamente, y yo no sabía qué más podía hacer para ayudarle a remontar.
Así que, previo consenso con su pediatra, tomé la decisión de suplementar con biberones de fórmula hidrolizada. Al principio, le ofrecía el biberón después de la toma del pecho, pero llegó un momento en que mi bebé prefirió el biberón antes que la teta, y conseguir que agarrara el pecho se convertía en una lucha. Mi producción de leche fue disminuyendo poco a poco, al ritmo que mi hijo recuperaba su buen aspecto, su color y su peso.
Nuestra lactancia exclusiva duró apenas dos semanas, y nuestra lactancia mixta alrededor de los tres meses y medio.
En aquel momento no me arrepentí de la decisión tomada, y durante un tiempo pensé que era lo mejor que podía haber hecho por mi bebé.
Sin embargo, analizando la situación en perspectiva me doy cuenta de la cantidad de fallos que cometí por el camino, y me apena no haber tenido más información para haber solventado aquella crisis de otra forma.
Foto de portada: Polina Tankilevitch (Pexels) | Foto 1 (Imagen de Claire51700 en Pixabay )
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>Yo creo que hiciste lo que debías hacer en cada momento, dar el pecho es muy bueno pero no es "facil" ni tampoco lo mas cómodo.Mi caso fue parecido al tuyo, la primera semana me costó un triunfo ya que Diego no nació con el instinto de succión y no sabia como enseñarle.Poco a poco fue mamando y el primer mes fue muy duro. En el segundo mes lo controlabamos mejor y aprendimos a coordinarnos, eso si cada 3 horitas.En los siguietes meses le detectamos en la piel una erupción al tener contacto con la proteina del huevo, con tan solo darle un beso le salian y yo deje de tomar huevo y todo lo que contega esa proteina, bolleria, pates, galletas, pan bimbo, una odisea.Dejé de amamantar cuando tuvo 8 meses, me había propuesto un año, pero en mi caso cuando empece a darle las papillas la producción de leche bajó considerablemente y compaginarlo con la vida laboral tambien es dificil.Cada una actuamos de la forma que pensamos que es mejor para nuestros hijos y hay que estar orgullosas. 😀
>Aguantaste mucho Deyi, y Diego seguro que te lo agradecerá! Además, como tú dices, compaginar la vida laboral y la lactancia no es tarea fácil.Lo más importante ahora es que nuestros pequeñajos se curen pronto de sus respectivas alergias!
>La verdad es que exponeis dos buenas razones para dejar el pecho: lo de las alergias parece bastante complicado. En mi caso todo ha ido bien y los dos han ganado buen peso siempre. Mi único problema con el pequeño han sido los catarros que me he cogido este invierno por el top less callejero maternal… (ay, Silvia, que a mi no me da apuro y me saco la teta en cualquier lado, y me da igual quien esté delante ¿acaso hay algo más natural y familiar que dar el pecho a un hijo?). Pero supongo que si da apuro se pasa mal y tampoco es cuestión de sufrir… Besos. Ah, ¿para cuándo el segundo? JE, JE, JE
>¡Ay Pozu! Deyi y tú sois muy valientes pero a mí me está costando un poquito decidirme… Quiero tener 3, lo tengo clarísimo, pero primero tengo que centrarme un poco y luego ya veremos. ¡¡Además, mi niño es muy pequeñín todavía y sólo de pensar en otro me agoto!! Pero todo se andará, jejeje
>Me estoy poniendo al día en tu interesante blog Silvia. Encontraste un importante obstáculo en tu camino. Quizá con otras pautas más llevaderas, o con más apoyo hubieras conseguido superar ese bache sin recurrir a la lactancia mixta. En cualquier caso, no voy yo a demonizar el biberón ni mucho menos. Apoyo la lactancia materna, pero también apoyo que una madre disfrute de su hijo y fomente su vínculo de una manera natural y saludable. Una madre que da lactancia crea un vínculo, si es tan estresante el vínculo se estropea. Así que si tu viste en ese momento el punto y final de la lactancia y ganaste en tranquilidad, y tu bebé ganó a una madre feliz y contenta, el cambio compensa, sin duda.
>Belén, ¡muchas gracias por leer mis entradas pasadas! A mí también me gusta hacer eso con los blogs que sigo para conocer un poco más sobre las madres que hay detrás.El tema de la alergia de mi hijo fue algo muy duro (me gustaría hablar de ello en alguna reunión del Grupo de Madres porque creo que puedo ayudar a otras mamás que puedan encontrarse con una situación similar) así que apoyarme en la lactancia mixta fue una de las mejores decisiones que tomé. No soy de las que tira la toalla fácilmente ante cualquier adversidad, pero en este caso sentí que necesitaba un apoyo extra y, como bien dices, tranquilidad (que fue lo que me faltó durante las tres primeras semanas de vida de mi hijo).Gracias por tus palabras Belén
>Bueno, cuando tengas otro hijo espero estar cerca tuyo para poder ayudarte si lo necesitaras.