Mi niña ha estado malita hace unos días por segunda vez en sus 11 meses recién estrenados. Comparándolo con mi Mayor, mi pequeña ha enfermado más veces que su hermano, puesto que mi hijo no cogió ni un solo virus en sus 13 primeros meses de vida.
Esto me ha llevado a preguntarme: ¿acaso la lactancia materna no la está protegiendo como debería? ¿Por qué mi hijo mayor, que fue criado con biberón, enfermó menos que su hermana criada con lactancia materna?
Virus y lactancia materna
Para empezar, debo especificar que mi hija no ha enfermado de nada grave ni ha requerido antibiótico. Y es que esta puntualización es fundamental para saber de qué tipo de enfermedades infantiles hablamos.
Con cuatro meses, mi chiquitina cogió su primer resfriado. Su pediatra decidió hacerle un seguimiento estrecho, pues siendo tan pequeña el riesgo de bronquiolitis era mayor. Por fortuna, en poco más de cinco días el catarro desapareció por completo sin dejar ninguna molesta secuela. Recientemente, ha cogido un nuevo virus catarral acompañado de decaimiento, inapetencia, fiebre alta y exantema súbito.
Como decía, mi Mayor no cogió absolutamente nada en sus 13 primeros meses, pero cuando enfermó lo hizo por la puerta grande (laringitis aguda acompañada de otitis, mucha fiebre y antibiótico) y además, tardó semanas en recuperarse, llegando a arrastrar incluso alguna secuela durante meses.
El escudo protector de la lactancia materna
Así pues, si comparto el hecho en sí (las veces que han enfermado uno y otro en el mismo periodo de tiempo), no cabe duda de que mi hija se ha puesto malita más veces que su hermano. Ahora bien, ni las circunstancias de vida, ni la recuperación de la enfermedad, han sido iguales.
Recuperación rápida
Las recuperaciones de mi hija han sido asombrosas y rapidísimas. En apenas cuatro o cinco días, el virus había desaparecido sin dejar rastro. En cambio, como comentaba antes, en el caso de mi mayor las secuelas se arrastraron durante meses, con laringitis de repetición y varios episodios de otitis.
Un entorno de vida muy diferente
Por otro lado, mi Mayor vivía en un entorno casi aséptico. Sin hermanos, sin primos y sin acudir a guardería, mi hijo no estaba en contacto con ningún niño ni expuesto a ninguno de los virus típicos de la infancia.
Por otro lado, sus primeros meses de vida transcurrieron entre verano y otoño, con temperaturas extremadamente suaves. Cuando llegó el invierno, mi bebé ya tenía cuatro meses, y aún así, los días de mucho frío no le sacábamos de casa. En cambio, mi hija lleva saliendo a la calle diariamente hasta cuatro veces, desde el mismo día en que salimos del hospital, sin importar el tiempo que haga fuera. Y es que habiendo nacido en pleno invierno, son incontables las nevadas, heladas y días de frío extremo que vivió en sus primeros meses de vida.
Y por si esto fuera poco, mi hija tiene la guardería en casa; no solo por su hermano (que trae del colegio todos los virus posibles), sino por los amiguitos que vienen a jugar a menudo a casa, y por la cantidad de niños con los que se relaciona a diario.
Así que, teniendo en cuenta todos estos factores, puedo afirmar en propias carnes que, efectivamente, la lactancia materna está siendo un excelente escudo protector para mi hija.
Cuando comencé la lactancia de mi niña, siempre me propuse intentar darle el pecho el mayor tiempo posible, pues sabía que entre sus muchos beneficios, destaca su factor protector. Por eso, cada vez que la veo mamando no sólo pienso en que se está alimentando o le estoy dando calor y amor con ese gesto, sino en el chute de anticuerpos que le paso en cada toma.
Como en todo, cada niño es un mundo y cada cuerpo también, pero mi experiencia es esta y toco madera para que los virus nos sigan tratando así de bien.
Foto de Josh Willink en Pexels
Seguro que le hace mucho bien la leche materna, de eso no cabe duda. Aunque no creo que haya nada que los proteja 100% de los virus. Pero bueno, ahora siendo ya más grandecita no da tanta cosa que se ponga malita. Lo peor son las -itis con tres o cuatro meses 🙁
Y un dío u otro tienen que enfermar. Mi peque le pasó como a tu mayor, no cogió nada hasta que entró en la guardería ya con año y medio, entonces recuperó el tiempo perdido jeje.
Un abrazo y felices fiestas!
¡Ojalá existiera esa fórmula magistral de protección al 100%,, ¿verdad?! 😉
Pues mira tu, que ultimamente todas las madres blogueras que crian a pecho a sus hijos han estado de virus varias hasta arriba. Y no deja de llamarme la atención que el mio, que va a fórmula, no ha tenido nada (toco madera). Tampoco vivimos en una casa aseptica: no esterilizamos tetinas ni viverones, el suelo se barre una vez a la semana y se friega cuando cuadra, las pelusas a veces ruedan por la casa a sus anchas y el niño está todo el día en el suelo, por no hablar del frío que hace, que hay que tener dos estufas encendidas y no cubre toda la casa. Se sale una o dos veces al día, bien abrigado eso sí y tampoco demasiado tiempo (máximo dos horas) y bien. No sé si será que en cuatro meses se ha hartado de defensas o que la leche artificial tampoco le hace mal aunque tampoco digo que le haga bien, con que le alimente me llega.
En fin, como dices, luego cada cuerpo….
Yo creo que el quiz de la cuestión está en tener o no hermanos. Te digo yo que no es lo mismo tener sólo un niño y poder controlar perfectamente el entorno en el que se mueve, que tener dos y que uno de ellos vaya a guardería o al cole y traiga virus a casa cada dos por tres.
Yo sinceramente creo que para la cantidad de virus que han pasado por mi casa de la mano de mi hijo mayor, hemos tenido una suerte inmensa de que Pulguita no haya enfermado.
Y cuando digo “entorno aséptico” no me refiero a esterilizar o limpiar a conciencia la casa. Yo tampoco lo hacía con mi hijo pero sí que evitábamos sacarle a la calle los días de lluvia, nieve o muchísimo frío (me parecía de sentido común no sacarle a la calle en esas circunstancias) y en 13 meses no estuvo nunca en contacto con virus porque en nuestro entorno no hay niños y su padre y yo no somos propensos a enfermar.
La pobre Pulgui, en cambio, sale a la calle 4 veces al día desde que nació, independientemente del frío que haga, y los achuchones y besos en los morros de mi mayor con mocos incluidos no se los quita nadie 😉
De todos modos, como decía, ¡cada cuerpo es un mundo!
Bueno Silvia, ya te digo yo que no me hace falta hermano mayor para el enano, siendo que trabajo con niños en un colegio y ya me traigos los virus a casa yo misma, jajaja. Que estoy con moquera perenne desde que cojo la primera gripe hasta que llega el verano.