Un hermano mayor invisible

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Imagen extraída de la web Morguefile.com

Desde que soy madre de dos, una de las cosas que más me molestan es la poca empatía y tacto de la gente hacia mi hijo mayor. Ya comenté cuando nació Pulguita los detalles tan feos (o mejor dicho, los “no detalles”) que tenían muchas de las visitas que venían a vernos, trayendo regalos a la niña y obviando por completo a mi hijo. Jamás se me ha ocurrido ir a visitar a un recién nacido y no pensar en los hermanos mayores (si los hay). Basta muchas veces un simple libro de pegatinas o una bolsa de caramelos para hacer feliz a un niño y no crear una situación tensa entre hermanos y padres porque, creedme si os digo que como madre, presenciar este tipo escenas duele mucho.

Pasados los primeros meses y la fase de regalos para una sí y otro no, han llegado otros momentos que me causan el mismo tipo de rechazo: los piropos.

Pulguita es un auténtico bellezón; eso es una realidad objetiva que salta a la vista de cualquiera. Es guapa, tiene unos ojos rasgados que impresionan, unos tirabuzones rubios que sabe mover a su antojo de forma graciosa y pizpireta y una sonrisa pícara que enamora a varios kilómetros de distancia. Es muy raro que alguien se cruce con ella y no se detenga a decirle algo y mentiría si dijera que no me encanta y  enorgullece.

Pero cuando los comentarios van en la línea de:

  • “¡Qué hija tienes, es una auténtica modelo! ¡Podrías ganarte la vida si la presentaras a castings!”… o…
  • “¡Me la quedo! Qué cosa más bonita!” … o…
  • “¡Tienes una niña que es una muñeca! En mi vida había visto cosa más guapa!” …o…
  • “¡Dios mío! ¿Pero cómo es posible ser tan guapa?”...o…
  • “¡Si es que lo tiene todo! Es guapa, simpática, alegre. Enhorabuena por la hija que tienes”…

Podría seguir y no parar porque todas son expresiones reales que le dicen a mi hija casi a diario y que, como digo, me gusta oírlas pero no tanto cuando vamos en compañía de mi Mayor que, de pronto, se vuelve invisible a ojos de todo el mundo.

En muchas ocasiones, además, la gente se arrodilla para establecer mejor contacto visual con ella, dándose sobradamente cuenta de la presencia de otro niño al lado al que no son capaces de dirigir ni una mirada y ni sola palabra, a pesar de pasarse diez minutos alabando las virtudes y la belleza de mi hija.

En estas situaciones, como en las de los regalos que comentaba al inicio del post, se agradecen las palabras de quien posa unos instantes su vista en mi Mayor y le dice algo agradable y bonito haciéndole sentir igual de especial que a su hermana. No cuesta tanto y es una simple cuestión de educación y sensibilidad hacia los más pequeños.

Es una suerte que mi niño no tenga celos y que le enorgullezca tanto como a mí que echen piropos a su hermanita; pero no deja de ser un niño de cinco años. Y si yo hago un ejercicio de empatía y me pongo en su piel creo que no debe ser fácil estar acompañado de un hermano cuya sombra, a pesar de su escaso metro de estatura, es tan larga que te hace desaparecer, que te eclipsa y que, de la noche a la mañana, te vuelve invisible a ojos de todos: seas como seas o hagas lo que hagas.

2 comentarios en «Un hermano mayor invisible»

  1. Tienes razón, pero a mí me ha pasado al revés, yo era la pequeña y los piropos eran siempre a mi hermano, y no tengo mucho trauma que se diga! Adoro a mi hermano y he tenido una infancia feliz pese a la desigualdad de piropos!!! jejeje! Un besote!

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  2. Yo metí la pata, dos veces el mismo día…
    Un año y pico antes llevé un regalo a la recién nacida de mis primos y ese día a su hermanito y con unos amigos igual,solo que el nene mayor de ellos era de casi 3 añitos directamente me preguntó: y para mí? ¡No caí! Y lo pasé fatal, me seun nudo en la garganta, menos mal q en ambas cajas metí bombones y se quedaron contentos, la nena tan chica con abrir la cajita valió pero el de mis amigos si se dio cuenta. Jamás me olvidaré del o de los hermanos mayores, jamás haré invisible a otro pequeño

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