A menudo asisto, perpleja, al debate sobre si las salas de lactancia ubicadas en centros comerciales, hospitales u otros espacios públicos son o no una buena idea. Muchas mujeres alzan la voz diciendo que son un atraso porque que no ayudan a normalizar la lactancia y porque no debemos escondernos por dar el pecho.
Así que he decidido hablar sobre la opinión que me merecen las salas de lactancia y, si os apetece, os invito a dejarme un comentario con vuestro punto de vista sobre un tema que genera tanta controversia.
Para empezar, creo que no debemos olvidar que las salas de lactancia no son sólo unos espacios habilitados para dar de mamar sino también para dar el biberón o el puré, cambiar al bebé o simplemente pasar un ratito tranquilo. Yo he usado las salas de lactancia con mis dos hijos para múltiples fines y tengo que decir que una sala amplia, limpia y bien equipada es todo un lujo.
¿Normalizar la lactancia?
Uno de los argumentos contrarios a las salas de lactancia que más me llama la atención es el de que no ayudan a “normalizar la lactancia”. ¿Normalizar la lactancia? ¡Pero si la lactancia existe desde que el mundo es mundo! ¿Qué hay más normal y natural que eso? ¿O es que normalizar la lactancia significa sacarse la teta en cualquier momento, espacio y situación? Respeto a quien quiera hacerlo así pero a muchas mujeres esa opción no nos gusta.
Para mí, dar el pecho –o inclusive el biberón si se quiere dar con intimidad – es un momento único entre madre e hijo en donde aprecio el silencio, la tranquilidad y las miradas entre mi bebé y yo. Sólo entre mi bebé y yo; sin tener que hacer partícipes a los viandantes que pasan a nuestro lado.
He dado el pecho a mi hija durante un año y siempre que he podido he preferido hacerlo en la comodidad, silencio e intimidad de una sala de lactancia y no por ello siento que estoy restando “normalidad” a esta situación.
Por otro lado, y dejando a un lado lo importante que es para mí -y otras madres- lograr un buen ambiente durante este precioso momento, he de decir que no me siento cómoda dando el pecho en público, en medio de una tienda, un museo o una sala de espera. No me gusta sentirme observada ni tener que andar haciendo malabarismos con la ropa para no enseñar más de lo debido. Obviamente si mi hija tiene hambre no voy a hacerle esperar, pero si localizo una sala de lactancia para tal efecto desde luego que prefiero esta opción antes que sacarme la teta ante montones de desconocidos.
¿Estímulos visuales? ¡No, gracias!
Otro punto importante a tener en cuenta es que hay niños que se despistan con el vuelo de una mosca y mi hija ha sido de esas. Hemos pasado por temporadas en las que cualquier estímulo visual le hacían soltarse y dedicarse a la vida contemplativa. ¡Châpeau por los peques que se quedan pegados a las tetas de sus madres y no levantan la cabeza aunque se tiren cien petaros a su lado, pero no todos los bebés son así!
Hay también quien dice que al igual que nosotros como adultos no nos escondemos para comer, tampoco deberíamos permitir que nos hagan escondernos para dar de mamar a nuestros hijos. Obviamente soy totalmente contraria a que se obligue a una madre a usar una sala de lactancia si prefiere dar el pecho en un entorno público, pero de nuevo insisto en que somos muchas las mujeres que no sentimos que nos estemos escondiendo por preferir la intimidad de estas salas.
Y además, si después de dar el pecho a mi hija tengo un cambiador a mano donde poder cambiarle cómodamente el pañal o calentarle su comida mientras mi hijo mayor juega a mi lado en un espacio habilitado para él, ¿qué más puedo pedir?
A mi juicio creo que por lo que deberíamos luchar todas las madres, seamos o no usuarias de las salas de lactancia, es para que se hagan salas espaciosas, limpias y cómodas -que dicho sea de paso, yo siempre me he topado con salas así- y no perder el tiempo en discusiones absurdas sobre si las que usamos estos espacios estamos perjudicando la lactancia o restándole normalidad. ¿Qué os parece a vosotras?
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