El embarazo de mi Mayor lo viví con una ilusión desbordada desde el mismo minuto en que supe que estaba embarazada. Ni los miedos ni el estrés que en ocasiones sentí enturbió nunca esa felicidad inmensa que me llenaba a cada instante. Su llegada al mundo fue una revolución para mí y aún esperándolo con todas mis fuerzas me llevó tiempo incorporar la palabra “hijo” a mi vocabulario.
Aquel puerperio lo recuerdo con una mezcla de sentimientos que me tuvieron medio loca durante algunas semanas. A la emoción desbordada y enamoramiento irracional que sentía por mi hijo se unió el cambio radical que supuso para nuestras vidas la llegada de un bebé. Las noches en vela, las constantes preocupaciones, los problemas con la lactancia, el diagnóstico de su alergia… Cualquier pequeño bache con el que me topaba hacía desmoronar mi nube de felicidad en un abrir y cerrar de ojos. Era joven, primeriza y muy influenciable por el entorno en el que me movía por lo que el vaivén de sensaciones estuvo servido durante mucho tiempo.
El embarazo de Pulguita ha sido, tanto física como psicológicamente, muy difícil; tanto que nunca logré conectar con el bebé que llevaba dentro e incluso en la mesa del quirófano, mientras me realizaban la cesárea, tenía la sensación de ser una mera espectadora de una película que no iba conmigo. Pero en cuanto la vi aquello cambió de forma radical. Fue como si alguien hubiera encendido de repente el interruptor de “amor infinito” y todo me dio un vuelco.
En cuanto vi a mi niña tuve la extraña sensación de conocerla ya y de llevar viviendo junto a ella toda la vida. No me costó ni un segundo conectar física y emocionalmente con aquel bebé al que había estado rehuyendo durante nueves meses.
La llegada a casa con mi niña ha sido tremendamente fácil. Ha habido problemas iniciales con la lactancia que han hecho que algunos momentos sean muy duros, pero al margen de eso es increíble la fuerza y el empoderamiento que siento en este momento de mi vida. Ahora mismo soy una mujer fuerte, positiva, que no le teme a nada y que incluso tiene ese puntito irracional que a veces nos aporta la felicidad absoluta. ¡Me encanta cómo me hacen sentir las hormonas!
Todo está resultando tremendamente sencillo: soy cuatro años más madura que en el puerperio de mi niño, tengo muy claro cómo quiero vivir esta segunda maternidad, tengo un hijo mayor que es una absoluta bendición y que está contribuyendo a que todo marche sobre ruedas y tengo una bebita que sólo come, duerme y sonríe el día entero. ¿Qué más puedo pedir?
De haber sabido hace cuatro años todo lo que sé ahora y de haber tenido la fuerza, tesón y apoyos que tengo hoy, probablemente el puerperio de mi Mayor habría sido bien distinto. Pero aunque comparándolo con el de Pulguita me de cuenta de que no fue todo lo mágico que me hubiera gustado que fuera, tengo muy claro que de no haber sido por aquellos momentos vividos no estaría viviendo ahora esta etapa tan dulce y tremendamente feliz que estoy viviendo como madre de dos.
Qué delicia! Disfrútalo!
Gracias! En ello estoy: sigo en una nube!
Cuanto me alegré leerte así de segura, tranquila y feliz!! Disfruta por fin de la bebita y de todo lo bueno que tienes, y lo regular se afrontará según nos llegue ; P .
Un beso a los cuatro
¡Gracias Elena!
No sé si serán las hormonas o que se ha apoderado de mí el espíritu de la felicidad pero es que me siento tan bien, tan llena, tan feliz que no puedo parar de sonreír el día entero.
¡Besos!
La maternidad se disfruta de manera distinta en el primer y segundo hijo. En el primero se vive todo segundo a segundo y todo se magnifica, y en el segundo se afronta la maternidad con esa seguridad y experiencia que te hace estar mucho más tranquila y relajada para pasar esos fantásticos primeros años de vida del pequeño.
Me alegra oirte así 🙂
Totalmente de acuerdo! Es increíble la diferencia tan grande con la que estoy viviendo ambas experiencias
Disfrútala, es una maravilla vivir una segunda maternidad de esta manera.
¡Sí! En ello estoy!