Mucho se habla de los deberes escolares cuando comienza el colegio. ¿A favor o en contra? Como en todos los temas relativos a la crianza, parece que hay dos bandos enfrentados pero mi opinión al respecto no es ni blanca ni negra sino que veo ciertos matices que quiero comentar en este post.
Este año, mi hijo ha comenzado con deberes escolares y curiosamente, está encantado con ello aunque esa afición ya la traía de cursos anteriores cuando me pedía voluntariamente que le pusiera ejercicios para hacer en casa los fines de semana o en vacaciones.
De momento, los deberes que trae no son más que un breve ejercicio de matemáticas, lengua o inglés -que apenas dura diez minutos- y una página de lectura de un libro determinado que luego él completa por voluntad propia con otros libros de la biblioteca que tenemos en casa. En total son 15 minutos de deberes que hace encantado, que no le resta tiempo de juego y que le va generando un hábito de estudio y rutina que le serán muy útiles a la larga.
Hábito de estudio
Opino que el hábito de estudio no se consigue de la noche a la mañana y aunque ahora en Primaria los niños no necesiten estudiar ni tener un hábito de trabajo, el tiempo vuela y cuando nos queramos dar cuenta sus estudios se habrán vuelto bastante más complejos, tendrán una nota media que cuidar y mantener y de la noche a la mañana no se podrá exigir algo que no se ha trabajado nunca. Por tanto considero que cuanto antes se haga con una rutina diaria de trabajo desde casa, más beneficioso será para su futuro académico.
Cuando le veo emocionado haciendo sus tareas escolares, no puedo evitar verme a mí misma hace algunos años. Recuerdo que llegaba del colegio con una mochila cargada hasta los topes que me hacía caminar literalmente doblada. Apenas diez minutos para merendar y tras una jornada escolar maratoniana debía continuar en casa con un montón de deberes. Lengua, matemáticas, idiomas, sociales, ciencias naturales… cada asignatura llevaba aparejado sus correspondientes ejercicios que tenía que llevar hechos al día siguiente. De lunes a jueves no había televisión, ni parque, ni juegos con amigos… Esos días se reducían a horas y horas de estudio entre el colegio y los deberes para casa.
Quizá mi colegio fuera muy estricto o quizá fuera la educación de antaño pero desde luego aquello me marcó tanto que soy la primera que se mostraba reacia a que mi hijo trajera deberes del cole.
Sin embargo, cuando recojo a mi hijo del colegio, hay tiempo para merendar con sus amigos, para ir un ratito al parque y jugar en casa y después de un baño relajante y divertido con su hermana, mi Mayor se pone con sus deberes antes de cenar. En un abrir y cerrar de ojos los ha terminado, los comentamos juntos e incluso a veces me sorprende que haya decidido hacer también los del día siguiente. Así que es cuando me doy cuenta de que el concepto de “deberes” suyo no tiene, por fortuna, absolutamente nada que ver con mi recuerdo.
Por tanto, creo que hay que dejar a los niños tiempo para jugar, divertirse o hacer actividades extraescolares que les gusten y que demanden ellos. Pero gestionando bien el tiempo, también los deberes escolares pueden tener cabida y hacer de ese momento algo divertido y beneficioso para su futuro académico.
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