Cuando acabó el curso pensamos en apuntar al peque unos días a un campamento. El verano es muy largo, muchos de sus amigos se marchaban de vacaciones fuera de Madrid y a mí me convenía estar relajada algún ratito al día así que sabíamos que la opción del campamento era, sin duda, la mejor para todos.
La oferta de actividades veraniegas para niños en mi municipio era inmensa pero tanto su padre como yo teníamos claro lo que queríamos que hiciera: aprender a nadar.
Pasamos por alto talleres de lectura, manualidades, actividades deportivas varias, inglés, juegos… nada de aquello nos parecía tan importante como que aprendiera a manejarse en el agua con soltura cuanto antes, sobre todo porque gran parte del verano lo pasaría en la piscina privada de los abuelos y aunque obviamente todos estaríamos siempre vigilantes, no cabía duda de que el hecho de que supiera nadar nos aportaría una tranquilidad inmensa.
Dos semanas ha estado yendo a clases de natación y a parte de disfrutar en el agua con sus amigos y pasárselo en grande ha aprendido a nadar. Y cuando digo nadar no me refiero simplemente a mantenerse a flote sino nadar coordinado brazos y piernas, siendo plenamente consciente del medio acuático y controlando a la perfección la respiración, tanto en la brazada como en el buceo.
Este rápido aprendizaje se ha debido, sin duda, al contacto precoz que el peque ha tenido con el agua: primero siendo un bebé en sus clases de matronatación y luego como asignatura semanal en el cole. Además las ganas que siempre muestra por aprender cosas nuevas, lo diestro que parece ser en actividades deportivas y motrices y lo lanzado que es para todo, han jugado a su favor.
Este verano he visto en las piscinas a niños de 6, 7 o incluso 8 años nadando con manguitos, churros o flotadores, sin ningún tipo de autonomía ni control sobre sí mismos. Creo que es fundamental que los padres sepamos ver lo importante que es que nuestros hijos aprendan a nadar sin ayuda lo más pronto posible. Nadar no es sólo un deporte ideal y completo para los niños sino, ante todo, un importante seguro de vida.
Está claro que son temas que nos preocupan..
Es lógico, como bien dices no se trata sólo de un deporte estupendo sino de un seguro de vida para ellos.
Precisamente el martes pasado publicaba este post sobre lo mismo.. desde la experiencia vivida en primera persona..
http://todomundopeques.blogspot.com.es/2013/09/experiencia-de-vida.html
Si es que cuando nos preocupamos por algo..
Un abrazo maja!
¡Voy a leerlo ahora mismo Pilar! Gracias por compartir el enlace 🙂
Pues debo ser la única rara de toda la blogsfera maternal, porque mi hija mayor estuvo yendo a matronatación con su padre y conmigo (nos turnábamos) desde bien pequeña, y le encanta el agua. Pero lleva un año que le da miedo. No soporta que se le meta agua en los ojos, (ducha, piscina o mar). Y le encantaba, se zambullía, buceaba… Ahora, va con los manguitos, y poco a poco se le está yendo el miedo.
A ver si en septiembre, la meto en natación con la hermana, para que vaya soltando ese miedo.
Besos
Caniño es un mundo Marta! El mío adora el agua pero hay muchos niños que no. Cada uno a lo suyo. Al menos ha estado en contacto con el agua desde pequeñita que eso es muy importante. Seguro que de un momento a otro el miedo desaparece. ¡Ánimo!