El ser humano es imprevisible y extraordinario cuando quiere y en mi post de hoy doy una buena muestra de ello.
Quizá recordéis esta entrada en la que comentaba las reacciones que tenía la gente a la que comunicaba mi tercer embarazo. Fue un post muy viral, con miles y miles de visitas y comentarios de quienes, asombrosamente (porque por un momento pensé que sólo me ocurría a mí), habían vivido exactamente las mismas situaciones.
He de decir que muchos de aquellos comentarios iniciales me afectaron negativamente en algún momento: las hormonas, la incertidumbre del futuro y el miedo que de por sí genera un embarazo, no fueron buenos aliados para aguantar estoicamente los comentarios sarcásticos y salidas de tono de mucha gente. Pero pasado el asombro inicial –y a pesar de que de vez en cuando sigo encontrándome con miradas y comentarios poco afortunados- tengo que reconocer que mucha, muchísima gente conocida y no conocida, se está volcando conmigo y prestándome su ayuda de forma totalmente desinteresada. Y eso es algo que se agradece en el alma porque no solemos estar acostumbrados a ello.
Me fascina cuando me encuentro con otras madres que sin conocerme de nada se prestan a ayudarme con Pulguita empujando su carrito si me ven sofocada, cogiéndola en brazos cuando no quiere caminar o tratando de aliviar su llanto o rabieta. También son muchas las amigas que me han prestado su ayuda con mi Mayor proponiéndome llevárselo a casa a jugar con sus hijos o echándome una mano con otras tareas.
Hace unos días estuvimos de vacaciones en un hotel y me llamó poderosamente la atención la amabilidad de la gente conmigo, tanto de los propios huéspedes como de los trabajadores. Hubo un hombre en concreto, que casi me prohibía levantarme de la hamaca si estaba en su mano atender a mis hijos: “Si puedo ayudarte en algo y tú confías en mí, cuenta conmigo. Tú ahora debes descansar” – me decía sonriente.
Azafatas del tren, socorristas, recepcionistas, camareros, padres y madres de familia… Todos han tenido palabras bonitas para mí en estas vacaciones.
Siempre me he quejado de la falta de educación de la gente en general con las embarazadas. Eso de no ceder el asiento en el transporte público, no sujetar una puerta o ignorar su presencia para no tener que hacer ningún tipo de favor, ha estado a la orden del día en mis dos embarazos anteriores. Pero este está siendo muy distinto en ese aspecto. No sé si será porque la ola de calor sofocante que estamos viviendo nos hace solidarizarnos con los que peor lo están pasando (y el colectivo de las embarazadas es uno de ellos) o porque estoy tan avanzada y con un tripón tan descomunal que es difícil no empatizar conmigo.
Sea como fuere me sorprende gratamente la amabilidad de la gente con la que me encuentro cada día y las palabras de aliento que me dedican. Y es que raro es el día en el que alguien no me “piropea” diciendo: “¡Ánimo super mami, tú puedes! ¡Eres una campeona!”.
Así da gusto 🙂
Y es que del mismo modo que nos quejamos de lo malo, debemos alabar la bueno. Me alegro de que así sea y espero que siga siendo, ayudar desinteresadamente a los demás beneficia todos.
Besos
Con lo fácil que es hacer la vida un poquito más fácil al otro con pequeños gestos, ¿verdad? Estoy muy sorprendida con las reacciones de la gente.
Besote
Pues me alegro mucho amiga porque te hacia mucha falta .Yo siempre digo que queda gente buena en el mundo, solo hay que encontrarla ;).
Y este post me encanta xk como bien dices suele abundar lo contrario.
Que sirva de ejemplo .
Es que la gente es muy pesadita, maja, y bastante indiscreta. Pero de verdad que ahora estoy encantada: siempre hay alguien dispuesto a echar una mano y eso es un auténtico lujo.