Una de las cosas más bonitas y emocionantes de un embarazo es sentir moverse a tu bebé dentro de ti. Es una experiencia única, inconfundible y que no se olvida nunca, por mucho tiempo que pase.
Recuerdo perfectamente la primera vez que sentí moverse a mi Mayor. Fue en la semana 20 de gestación y estábamos de vacaciones de Semana Santa en la playa. Estaba sentada en la arena, mirando al mar y con los cascos puestos escuchando música y, de pronto, ese aleteo inconfundible que me hizo dar un respingo de felicidad. Eran movimientos leves y tenues, como toquecitos desde dentro, pero no podían confundirse con nada más porque era una sensación que nunca jamás había experimentado.
Desde aquel momento mi chiquitín no dejó de moverse y a medida que fue creciendo dentro de mí sus movimientos y patadas se fueron haciendo cada vez más vigorosos hasta el punto de bromear diciendo que sería un gran futbolista por la potencia de sus piernas.
Lo que peor llevé fueron los últimos meses en los que, desde la cómoda posición de sentado en mi útero que adquirió, me cortaba la respiración durante varios segundos cada vez que movía o estiraba su cabecita, situada justo en la boca de mi estómago. A pesar de todo, me encantaba ponerle música o comer chocolate para activarle y notar sus movimientos y sacudidas. Esa fuerza que tenía dentro la demostró también fuera y desde muy pequeñín nos sorprendía a todos con la potencia y fuerza de sus extremidades.
A Pulguita la sentí por primera vez a las 16 semanas. Esta vez tenía muy claros cómo eran los primeros movimientos fetales y no me costó identificarlos desde el primer momento.
Mi niña fue un bebé muy, muy movido en mi tripa, tanto que no me costaba saber la posición en la que estaba en cada momento, palpando perfectamente los codos, pies, cabeza o culete.
Mi tripa debió ser para ella una enorme plaza de toros porque hasta el último momento se giró, colocó y descolocó varias veces, haciéndomelas pasar canutas y despistando a médicos y enfermeras. Incluso la posición que tenía mediante ecografía el día antes de la cesárea resultó no tener nada que ver con la que tenía en el momento en que me la estaban sacando.
Una de sus posturas favoritas era recostarse a lo largo de mi útero, como si fuera una cama, y estirar brazos y piernas como un gato cuando se despereza. En esos momentos mi abdomen se deformaba; me salía un enorme bulto a cada lado y podía palpar perfectamente su cabeza, su trasero y sus manos. Tengo montones de vídeos de mi tripa en movimiento, en donde se aprecian perfectamente sus cambios de postura, volteretas y sacudidas. Fue increíble sentirla tanto y de forma tan frecuente desde bien temprano.
Ni que decir tiene que el mismo patrón de movimiento que tenía en mi tripa lo tuvo también los primeros meses de vida. Fue una bebé inquieta y movida… muy, muy movida.
A mi Pequeño, sin embargo, lo noto muy poco. Empecé a apreciar los primeros movimientos en torno a la semana 14 y hasta la 16 o 17 tuvo varias volteretas “interesantes” que me hicieron pensar que me esperaba otro embarazo igual de agitado que el de su hermana. Pero de pronto los movimientos fueron espaciándose en el tiempo y no ganando en la intensidad y fuerza, como me pasó con sus hermanos. Aquello me alarmaba y aunque un tercer embarazo con dos niños pequeños de los que ocuparse te deja poco tiempo para pensar, es cierto que cada vez que acababa el día y reparaba en la ausencia de movimientos fetales me empezaba a preocupar.
Trataba de descansar y relajarme varias veces al día, buscando ese momento de conexión con mi bebé, deseosa de sentir sus movimientos; pero estos han sido siempre tan tenues y espaciados que me costaba concentrarme en ellos.
Así que, con la duda en la cabeza y el runrún en el cuerpo llegué a la eco 20, deseando saber si todo estaba bien ahí dentro y cuando vi a mi Pequeño perfectamente formado, su carita preciosa, sus cinco deditos en cada extremidad y su cuerpecito creciendo al ritmo esperado, se me disiparon todos los miedos. Estaba perfecto y sanísimo y para mi asombro, se movía bastante a pesar de que yo no lograba percibirlo desde fuera.
“Dale tiempo, ya lo notarás. Y si resulta no ser un bebé tan activo como lo fueron sus hermanos, disfruta de un embarazo y un bebé tranquilo” – me dijo el médico.
Pues eso haré. No voy a comparar y simplemente voy a dejarme llevar y a aprender a apreciar las diferentes sensaciones que cada uno de mis hijos ha querido regalarme.
Qué razón tienes, sentirle en mi tripa es uno de los mejores recuerdos de mi vida, el mío se movía muchísimo, con una fuerza que me sorprendió, sin embargo desde el día que nació fue tranquilo, incluso ahora que anda de un lado a otro y pienso que no para quieto, cuando quedo con amigas y familiares con bebés me lo dicen, ¡qué bueno es tu niño! y es verdad, es el mas tranquilo del club de bebés cercanos.
Qué bonito tiene que ser sentirlo no un bebé, sino tres!!!
Tienes algún planing para cuando nazca el bebé? me interesa mucho eso de cómo organizarse, para cuando me toque ir con cuantos mas conocimientos y experiencias… mejor.
Me pasa exactamente igual es mi tercer embarazo lo sentí con 12 semanas y ahora no tanto
Tranquila; seguro que pronto empezarás a notar a tu bebé. ¡disfrútalo!
Me esta pasa do exactamente lo mismo que a ti…
Es el tercero y el camino es el mismo, lo sentí incluso antes que los de mas però luego fueron disipando o camiflando los movimentos, en la eco de las 16 la gine me dijo k era porque tenia la placenta delante y esto me amortoguava los golpes del bebè, ahora a una semana de la morfologica (20semanas) impacient
para ver que todo este bien.
Gràcies por compartir tu experiència.