Con el inicio de curso vuelven también las rutinas, los madrugones y los horarios. Pero también vuelve algo que me fascina y que en casa perdemos durante el verano: ¡las cenas en familia!.
Con las vacaciones los horarios se desajustan, los peques meriendan tarde y a veces no quieren cenar. Otras deciden irse a pasar el día a casa de los abuelos o de algún amiguito y otras muchas nos pilla la hora de cenar dando un paseo con amigos o en la piscina, y siempre acabamos picando algo rápido en la clásica terraza de verano.
Pero cuando septiembre comienza lo hacen también las rutinas familiares y para mí, lo mejor de todo es disfrutar de la cena todos juntos e involucrar a los peques antes y después. Pulguita colabora poniendo y quitando la mesa mientras mi Mayor calienta los platos en el microondas, corta el pan o me ayuda a dar la cena al bebé. Nos encanta hablar de lo que hemos hecho en el día, compartiendo nuestras inquietudes o alegrías de la jornada y riéndonos muchos con las anécdotas del cole que cuentan los niños.
¡Fuera móviles! ¡Fuera televisión! Solo nosotros cinco con nuestras historias, disfrutando de nuestra compañía y nuestras conversaciones y absorbiendo estos momentos únicos que tan importantes son en la infancia de un niño.
Por eso me he sentido tan identificada con el anuncio de Ikea de esta temporada: recuperar el carácter social de las cenas y eliminar las barreras que impiden que la familia pueda sentarse en torno a la mesa a disfrutar.
Y es que son precisamente estas reuniones familiares en torno a la mesa uno de los recuerdos mas bonitos que conservo de mi niñez. En casa cenábamos siempre todos juntos, aparcando por un ratito nuestras correspondientes obligaciones (trabajo, deberes, quehaceres domésticos…). De aquellas conversaciones en torno al rico guiso de mi madre, recuerdo los momentos divertidos con mis hermanos, nuestras patadas cómplices por debajo del mantel o los sabios consejos de mi padre en torno a algún tema que planteábamos.
Treinta años después la historia se repite.
Papá llega del trabajo, los peques corren a abrazarle y… ¡comienza el momento más hermoso de nuestro día! ¡Comienza la locura! Encimera de la cocina plagada de platos, tres pares de manitas tratando de ayudar, mi marido y yo hablando de nuestras respectivas jornadas y numerosas y divertidas “interrupciones” en forma de risas, anécdotas o preguntas curiosas.
Las cenas en familia son la chispa de nuestros días. La ilusión del reencuentro después de toda la jornada separados y la oportunidad de compartir todas aquellas cosas que no hemos podido decirnos. Los peques viven este momento de una forma especial; ansiosos por estar de nuevo todos juntos y poder hacernos partícipes de las emociones que siempre trae aparejado el inicio de curso.
¡Apostemos por las cenas en familia! Y que nada, ni nadie, pueda entorpecer tan preciado momento. ¡Feliz vuelta a la rutina!
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