Con la llegada de la primera ecografía “real” de la nena han llegado también las primeras comparaciones entre hermanos. Mucho estaban tardando, muy a mi pesar. Ojo al dato, ¡con una simple ecografía en 3 dimensiones ya está servido el debate nacional en nuestro entorno!….
“Que si este es más guapo que aquel”, “que si las facciones de uno son más bonitas que las de otro”, ” que si la boca de uno es mejor que la de otro”… De momento sólo es una ecografía y las comparaciones no han podido salir de la mera apariencia física que muestra la foto (aunque creedme si os digo que ha dado para largos minutos de conversación), pero temo el momento en que nazca el bebé.
Es cierto que comparar es algo instintivo y que todos hacemos alguna vez sin ninguna mala intención. Yo misma estoy comparando mis dos embarazos aún sabiendo que cada uno es distinto y que las circunstancias y el entorno varían, pero lo que es cierto es que cuando se compara siempre hay una parte que sale peor parada que la otra.
Hace tiempo escribí un post en donde hablaba del daño tan grande que pueden hacer las comparaciones entre niños, ¡pero ya no hablemos si esas comparaciones se producen entre hermanos o miembros de la misma familia!.
Mis hermanos y yo -como la inmensa mayoría de niños que conozco- hemos crecido en un entorno de comparaciones. Siempre había uno más guapo que otro, más listo, más responsable, menos dormilón, más cariñoso… Toda nuestra vida hemos asumido el rol que nos correspondía dentro de la familia porque así nos lo habían transmitido con comentarios y comparaciones. Seguramente no era intención de nadie inculcarnos ciertos roles pero, a la larga, acabas asumiendo que eres “el estudioso de los hermanos”, “el guapo”, “el irresponsable”… o lo que te toque.
Creo que las comparaciones y los roles se dan en todas las familias aunque es cierto que cada vez se va tomando más consciencia de este tema y del daño que puede ocasionar en los niños ciertas frases que se graban a fuego en sus cabecitas.
Desde que tengo a mi hijo y me vengo relacionado con amigos y conocidos con niños, me he dado cuenta de lo diferentes que son todos, por muy similares que sean en edad, gustos o evolución. Cada niño es un mundo. Es una personita en formación, con sus propios genes, su propio carácter y su forma de ser implícita en el ADN. Es cierto que hay muchas cosas que se forjarán a medida que pasen los años con la educación que se reciba, pero creo que ante todo hay que respetar la forma de ser que tiene el niño y amoldar esa educación a su personalidad.
Por muy hermanos que sean, dos niños nunca serán iguales. Aunque se críen en el mismo entorno, reciban la misma educación o compartan gran parte de los genes, cada uno de ellos es único e irrepetible. Ni mejor ni peor que su hermano sino, simplemente, diferente.
Últimamente pienso mucho en este tema y me gustaría conocer vuestra opinión al respecto: ¿Hay que educar a los hermanos por igual? o, por el contrario, ¿educar conforme a su forma de ser?. Mi opinión personal es que un padre debe conocer a su hijo; saber cuales son sus puntos débiles y fuertes y educar y criar en consonancia a ello. No creo que sea bueno educar por igual porque, como he dicho antes, por muy hermanos que sean dos niños nunca serán iguales. Pero si no educamos por igual se me plantea otro dilema: ¿podríamos caer en el error de los favoritismos?
En definitiva, educar y criar por igual y luego etiquetar me parece demasiado “fácil”. El verdadero reto de unos padres es, precisamente, el saber qué funciona con cada hijo y sacar lo mejor de ellos, nunca lo peor. Nunca comparar de forma negativa, nunca hacerles asumir un rol que probablemente no les corresponda y siempre, siempre, respetar su personalidad, sus necesidades y su forma de ser.
Espero saber actuar correctamente con la educación de mis hijos. A priori no sé si lo haré bien o lo mal, lo que sí tengo claro es lo que no quiero hacer. No quiero etiquetarles ni quiero comparaciones, y en la medida que pueda trataré de evitar que sean testigos de esas frases lapidarias que, seguro, que surgirán.
Tienes toda la razón del mundo, pero incluso intentandolo, a mí me cuesta mucho no comparar a mis hijos. Me sale solo, siempre me digo que el pequeño ha aprendido a caminar mucho antes que su hermana, o que ella come mejor que él, o lo que sea. De momento centro mis esfuerzos en no decirlo en voz alta, así ya que no puedo evitar compararles, al menos ellos no se enteran y no se sienten etiquetados.
Como le decía a Mercè más arriba, creo que es normal y lógico comparar entre hermanos la forma de comer, el momento de caminar, la salida de los dientes… Parece que esas comparaciones nos dan tranquilidad a las madres. Lo que yo no termino de ver es que se compare la forma de ser de dos personitas totalmente distintas. Son hermanos, es cierto, pero no por ello deben ser iguales.
Buf, pues imagínate cuando tienes dos peques de la misma edad. Ya no son sólo las comparaciones, sino también los favoritismos; que si prefiero coger a este que es más simpático, que si me puedo llevar a mi preferido a dar un paseo (y al otro que le den, supongo)… Yo soy muy tajante con este tipo de cosas, es que no lo soporto, me da una rabia que me muero!!!
Ay Adriana! Qué tremendo debe ser el tema comparaciones entre gemelos/mellizos… Puff, no me extraña que te mueras de la rabia hija mía, yo es que me los comería con patatas!!
Yo he vivido en mi familia un ambiente continuo de comparaciones, entre hermanos, entre primos, etc. con sus correspondientes consecuencias… Nadie lo ha hecho con mala intención, pero es evidente que las comparaciones nos han marcado hasta avanzada edad. Por eso estoy totalmente de acuerdo contigo. Desde mi punto de vista hay que evitar comparaciones, y además también creo que hay que adaptar la educación a cada hijo. No se trata de favoritismos, sino, como bien dices, de reconocer que cada hijo es diferente, y por tanto, tendrá necesidades también diferentes. La dificultad radica en que muchas madres pueden asociar tratar diferente con querer más o menos, y no es así. Se trata de ofrecer a cada hijo un abanico de posibilidades acorde a sus capacidades, expectativas, sueños, necesidades, etc… en definitiva, un traje a medida!
Me ha encantado tu reflexión Erika y, en cierto modo, “me alegra” saber que cuando se dan este tipo de situaciones en las familias sirven para tomar buena nota de ello y no ponerlo en práctica con las generaciones futuras.
Yo tengo dos niños y te puedo decir que son un huevo y una castaña, vaya, no pueden ser más diferentes. Por suerte yo no he vivido eso de las comparaciones, o al menos cuando alguien nos ha remarcado alguna diferencia entre uno y otra ha sido para bien, es decir, resaltar que la diferencia hace bueno a uno en una manera y buena a la otra en otra manera. Pero sí, a veces es inevitable, mi marido peca mucho de intentar compararlos y es algo que intento que no haga.
Pues no te imaginas la suerte que tienes Ale, porque encima si son tan diferentes como dices, se de más de una familia que tendría tema de conversación para rato con ellos.
Las comparaciones son inevitables… Yo también intento no comparar pero siempre queda el recuerdo de como era el mayor (en mi caso) cuando tenía el mismo mes que la pequeña, que si pesaban igual o no, que si hacían igual las cosas o no, etc… Lo que no me gusta que comparen y se metan es en la forma de ser del niño. Por ejemplo: mi hijo es introvertido y tiene ese punto que la gente tanto odia que es la de no dar besos cuando se lo piden, de intentar cogerlo si o si, y además está en la fase del no así que imagina… pues bien, como la peque, que solo tiene 2 meses, no se revela contra el resto de la gente, he tenido que escuchar (a modo de broma, pero ahí lo dejan) que si la niña es más simpática, que si mejor cogerla a ella, mírala que no llora, etc… eso me da mucha, mucha rabia.
En fin… muchos besos!
Bueno Mercè, yo creo que comparar pesos, salida de dientes, momento de caminar… es hasta cierto punto normal y lógico. Yo voy a comparar el carácter de cada uno. Cada niño es diferente y las personalidades no se deberían comparar, ¿o es que acaso nosotros comparamos nuestra forma de ser con la vecina del tercero? Pues entonces no sé porqué lo hacemos con los niños.
Lo del tema de besos me repatea profundamente; ya lo he comentado en alguna ocasión. Biel tiene su carácter y como niñito mayor que va siendo tiene también sus gustos y preferencias. La chiquitina es aún muy bebé y, como tú dices, se “deja hacer”. Me parece fatal compararles a los dos en ese caso. No me extraña que te de rabia!
Yo poco puedo aportar al tema, porque soy hija única y porque tengo un solo bebé, así que de hermanos tan solo se lo que he visto. Recuerdo dos amigas hermanas de mi adolescencia cuya madre al hablar de ellas siempre comparaba, hasta el punto de llegar a confundirlas de nombre (esto me parece horrible), y decía cosas como las que comentas, que si M era mas buena que J en los estudios, que si J tenia un caracter muy fuerte y no se podia hablar con ella mientras que M era un amor… Nunca supe en que les afectaba pero si se que a mi, como niña, me ponia de los nervios.
El caso de otra amiga, la mediana de tres, siempre se llevaba la peor parte, llegando a no poder salir para cuidar de la pequeña porque lo hacia mejor que el mayor, o recibiendo broncas cuando sus padres dejaban de trabajar porque no habia fregado la loza del almuerzo de su hermano. Es decir, yo notaba, y noto, gran preferencia por el unico varon, el mayor, y por la peque de la casa. La del medio, mi amiga, pringaba todo.
Y en mi familia con mis dos primos de 15 y 18, tambien se ve mucho eso de porque no eres como tu hermano menos quw estudia tanto y es tan bueno, y tu siempre metiendote en lios…
En definitiva, es algo que a mi, desde fuera, jamas me ha gustado ver. Mi abuela con 8 hijos siempre decia que no se puede educar a dos hijos de la misma forma, porque lo que unciona con uno no tiene porque funcionar con otro, y que los nuevos hijos que llegan a la familia te hacen reinventarte y aprender, con lo cual es casi como empezar de 0 una vez mas.
Ya nos contaras, cuando nazca la peque, como lo vas haciendo. Un beso!
Puff… ¡qué tremendo! No me extraña que te pusiera de los nervios… ¡Me imagino como tendría que sentarle a la pobre J!